martes, 28 de junio de 2016

Los Onicóforos

Foto de Bernardo Segura.

El mundo natural esconde aún millares de joyas esperando ser descubiertas. Cada año se descubren nuevas especies, a la vez que las investigaciones revelan secretos escondidos aún en aquellos animales y plantas que hemos estudiado por décadas. Dentro de las singulares formas de vida de las que apenas tenemos noticia están los onicóforos, invertebrados de cuerpo alargado y que parecen no encajar bien en el árbol de la vida, no por su simpleza o vulnerabilidad, si no todo lo contrario, estos fósiles vivientes han visto llegar y partir otros grupos de seres vivos y a medida que se estudian la complejidad de sus cuerpos y comportamiento surgen más preguntas que respuestas.

Aunque su origen es incierto, se han encontrado fósiles de animales parecidos a los onicóforos que datan de más de 500 millones de años, en el período Cámbrico. Estos fósiles corresponden a impresiones dejadas por estos antiguos animales en la roca. Al ser de cuerpo blanco, el proceso de fosilización es menos probable de ocurrir que con los huesos o exoesqueletos de otros animales. 

Por sus cuerpos segmentados parecen emparentados con las lombrices, por sus antenas podrían ser confundidos con babosas y por sus patas y locomoción, además de sus mandíbulas se podría pensar que son un ancestro de los ciempiés, pero a eso han de sumarle el hecho de que su piel es hidrofóbica (repele el agua), carecen de exoesqueleto, poseen garras retráctiles y disparan un pegamento a distancia para atrapar a su presa y defenderse. La clasificación de estos animales ha sido tan complicada que actualmente se los define en su propio taxón, el Filo Onychophora.

Se aprecian las garras retráctiles que le permiten a los onicóforos afirmarse al sustrato. Estas estructuras le dan su nombre: onicóforo significa "el que porta garras". La cantidad de patas varía según la especie y el sexo al tener las hembras más pares de patas que los machos (video de Bernardo Segura).

Estos animales se desplazan lentamente, palpando el entorno con sus antenas. Son depredadores, aunque muy lentos en su desplazamiento por lo que en cuánto tocan una posible presa reaccionan de inmediato arrojando un chorro de pegamento que se seca rápidamente. La presa, ahora atrapada, queda a merced del onicóforo quien lo muerde inyectándole un veneno para luego devorarlo.

Video del Canal de youtube Smithsonian Channel.

Estos animales habitan en el suelo de los bosques, en sitios húmedos como debajo de troncos, entre la hojarasca o en galerías hechas por otros animalillos. Puede que necesiten estos hábitats húmedos ya que su respiración es a través de unas aberturas a lo largo de su cuerpo llamadas opérculos que no pueden cerrarse, por lo que perderían humedad de su cuerpo. Para compensar la humedad de su ambiente la superficie de su cuerpo es hidrofóbica.
Además, su piel está cubierta de rugosidades. En al menos una especie chilena, Metaperipatus inae, se sabe que el macho deposita un espermatóforo sobre la superficie de la piel de la hembra, que es una estructura con el esperma del macho, y esta lo absorbe para poder ser fecundada. Dependiendo de la especie la hembra puede colocar huevos, o estos eclosionar en su interior y nacer las crías o derechamente ser vivíparas, nutriendo a las crías en su interior por medio de un estructura parecida a una placenta.

Foto de Bernardo Segura

Metaperipatus inae (foto de Bernardo Segura).

Los onicóforos se clasifican en dos familias: Peripatidae y Peripatopsidae, teniendo ambas distribuciones bien delimitadas: mientras que los peripátidos se encuentran en zonas tropicales, los peripatópsidos suelen hallarse en zonas más templadas. Son los miembros de la segunda familia los presentes en Chile, con 4 especies oficiales, si bien el amplio desconocimiento de estos animales sugiere que haya más especies y localidades dónde encontrarlos. Se supone que en Argentina no existen descritas especies de onicóforos al ser un país muy seco, en general. Aunque zonas colindantes con Chile con presencia de bosques similares a los del sur del país podrían en teoría albergar estos animales en palabras del Ingeniero Agrónomo Bernardo Segura Silva, quién ha empezado a estudiar estos animales.

Las especies chilenas son Metaperipatus blanvillei, M. inae, Parosithopatus umbrinus y P. costesi. Es P. umbrinus quizá la especie que amerita mayor estudio pues se encuentra en Zapallar. Es la especie más septentrional en Chile y habita en un lugar muy proclive a la desertificación producto de la deforestación, el fuego y, en general, al mal uso que ha hecho el ser humano en esas tierras.

Estas joyas de la naturaleza, que han sobrevivido millones de años, podrían verse amenazadas por el mal uso que ha hecho el ser humano en Chile de las masas forestales: sustitución del bosque nativo por la agricultura, inmobiliarias y plantaciones comerciales, incendios, extracción irracional de leña y tierra de hojas, etc. Se tiene el valioso antecedente de que en Brasil se ha creado una reserva destinada a la protección de la especie Peripatus acacioi, que ha hecho las veces de paraguas para todo el ecosistema en el que habita: la Estación Ecológica Tripuí.
Si bien mucha gente no los conoce no hay duda que estos singulares bichitos resaltan por sus rarezas. Conocerlos y defenderlos a ellos y a su hábitat nos permitirá seguir maravillándonos con las rarezas de la naturaleza.

Foto de Bernardo Segura.

Quiero dar un agradecimiento especial a mi amigo Bernardo Segura, quién no solo me presta generosamente sus fotos para este blog, si no que se tomó la molestia de subir el video a su canal de youtube de las patas del onicóforo para poder colgarlo aquí, y por supuesto por su charla sobre estos singulares animales realizada en el Instituto Confucio, lo cuál motivó que escribiera esta entrada.

lunes, 6 de junio de 2016

Los detritívoros

Foto de Bernardo Segura.

Los detritívoros o saprófagos son especies que se alimentan de restos orgánicos en descomposición, por lo que son vitales para la salud de los ecosistemas. Los restos orgánicos tales como madera, hojas caídas, cadáveres o excrementos se depositan en los ecosistemas y generan un hábitat propicio para hongos y bacterias, que corresponden a los detritívoros más abundantes. En un bosque las hojas caen y se acumulan formando un manto de hojarasca sobre el suelo. Las hojas al secarse no son muy palatables para muchos herbívoros por lo que se acumularían hasta ahogar los bosques, sin embargo una gran cantidad de hongos se nutren de esta fuente, formando redes de micelios en la tierra y en las capas menos superficiales de la hojarasca. En ocasiones son posibles de ver si se retira el mantillo superficial en un bosque. A pesar de que estos organismos forman bastas y complejas redes que pueden abarcar enormes superficies, de los hongos suele verse solo sus estructuras reproductoras asomándose por el suelo del bosque.

De esta hojarasca se nutren también diversos animales de pequeño tamaño, invertebrados de toda clase: milpiés, ácaros, pseudoescorpiones y escarabajos escarban entre la hojarasca en busca de materia en descomposición para comer hongos u hojas muertas, reingresando a la red trófica toda esa materia orgánica. Estos animales a su vez se convierten en la presa de arañas, ciempiés, escorpiones, etc.

Ácaro en un tronco muerto de roble (Nothofagus macrocarpa), en Altos de Cantillana. Los tejidos blancos bajo el ácaro corresponden a micelios (foto de Bernardo Segura).

Más complejo es el caso de la madera. Los árboles poseen una sustancia llamada lignina en sus troncos y ramas, y esta sustancia solo puede ser digerida por algunos hongos y bacterias. En este proceso queda en evidencia la importancia de los detritívoros en los ecosistemas: al descomponer los hongos la madera y generar sus propios tejidos, dejan disponible dicha materia para los organismos que se alimentan de dichos hongos.
La lignina es una sustancia tan compleja de degradar que se cree durante millones de años, en el período Carbonífero, no existían organismos capaces de consumirla. En ese período se desarrollaron enormes extensiones boscosas que atrapaban CO2 atmosférico cuya materia quedó contenida en los cuerpos de estos antiguos vegetales. Al árboles los morir se depositaron sin que sus estructuras lignificadas se descompusieran. La acumulación durante tanto tiempo se cree que es la responsable de la existencia de fuentes de combustibles basados en carbono como el petróleo o el carbón fósil. No solo eso, el balance positivo en la emisión de oxígeno a la atmósfera hizo que ésta tuviese casi el doble que en la actualidad, muy propicio para el crecimiento de invertebrados que en la actualidad se ven imposibilitados a alcanzar grandes tamaños, entre otras cosas, por que sus sistemas respiratorios están limitados por la cantidad de oxígeno en el aire. Los artrópodos respiran a través de una serie de aberturas en su cuerpo por donde entra el aire y es absorbido por la red de tubos que se extienden tras ellas. Si el artrópodo es muy grande el oxígeno es absorbido antes de llegar a todo el cuerpo del animal. En una atmósfera hiperoxigenada es posible el crecimiento de estos animales, alcanzando tamaños imposibles en la actualidad.
Los mayores invertebrados que se arrastrasen por tierra o volaran por los aires vivieron en el Carbonífero, todo gracias a que no existían detritívoros que consumieran los cuerpos muertos de los árboles en las junglas primitivas. Bueno, al menos así reza la teoría.

Arthropleura enfrentándose a un anfibio del Carbonífero, de la serie documental Paseando con Monstruos, de la BBC (foto sacada del siguiente link: http://walkingwithdinos.wikia.com/wiki/Arthropleura)

Der: mosquitas alimentándose de un hongo; Izq: colémbolos haciendo lo propio en otro hongo. Así reingresan a la cadena trófica los detritos (fotos de Bernardo Segura).

En la actualidad bacterias y hongos poseen la capacidad de consumir y degradar la lignina. Transformando troncos paulatinamente en otros compuestos orgánicos e inorgánicos, los convierten en terreno fértil para el establecimiento de nuevas plantas. Los troncos caídos se convierten también en el hogar de insectos xilófagos, detritívoros especializados en comer madera. Diversos escarabajos pasan sus etapas larvales alimentándose de troncos muertos. Tal es el caso de la madre de la culebra (Acanthinodera cummingi), cuya larva crece en estos ambientes llegando a unos impresionantes 13 cm de largo. Para alcanzar este tamaño llegan a vivir 4 o 5 años en el tronco antes de hacer la metamorfósis para convertirse en adultos.
Las termitas son también importantes agentes en el reciclado de los nutrientes contenidos en la madera y Chile cuenta con varias especies que construyen sus nidos bajo tierra, cerca de troncos muertos, o en los mismos troncos, tanto muertos en el suelo, como árboles debilitados. Todo según la especie. Al encontrarse con troncos caídos fíjense si poseen galerías "pulidas", lisas. Esas galerías fueron hechas muy probablemente por termitas. Fíjense también si poseen acumulaciones de una especie de "arena" con cantos. Esos son los excrementos de las termitas. Estos animales son capaces de consumir la madera gracias a la asociación con multitud de organismos que viven en su sistema digestivo y que le permiten consumirla.

Cabeza de larva de madre de la culebra. El resto del cuerpo está dentro del tronco (foto de Juan Pablo Salgado).

Termitas nativas (video de Juan Pablo Salgado).

En los cuerpos de agua dulce ocurren procesos similares. Los esteros suelen nutrir con su humedad bosques o arbustos que dejan caer sus hojas al agua y se acumulan en el fondo de los cuerpos de agua .Algunas de estas hojas serán consumidas por pancoras (Aegla sp.), una especie de cangrejo de río nativa. La acumulación progresiva de hojas genera condiciones anaeróbicas (sin oxígeno) en las capas más hondas de la masa de hojas, y es en esas condiciones que diversos microorganismos las consumen en un proceso que genera metano, un gas que forma burbujas que quedan atrapadas a menos que se remueva la capa superficial.

Video de Juan Pablo Salgado.

Otros compuestos de "desecho" de la naturaleza son los excrementos, y aquí entran en juego animales que seguramente muchos de ustedes conocerán por documentales, pero que pocos saben que están presentes también en Chile: los escarabajos del estiércol. Existen mucha especies presentes en nuestro país, destacando Megathopa vilosa por su tamaño y su costumbre de hacer bolas con el excremento de herbívoros para obtener una fuente de alimento para sus crías. No todas las especies hacen esto, en efecto, los escarabajos estercoleros se clasifican en paracrópidos si es que hacen túneles bajo la bosta, telecópridos si hacen una bola y se alejan con ella para tener sus crías, y finalmente están los endocópridos que hacen sus galerías en la misma bosta.
Cuentan con un desarrollado sentido del olfato para encontrar su alimento, además su cabeza en forma de pala les ayuda a excavar en la boñiga y separar una porción para enterrarla, llevársela o para cavar en ella.
Estos insectos son sumamente importantes para el ciclado de los nutrientes en los excrementos ya que diversos animales se alimentan de ellos y al enterrar los excrementos siembran las semillas que vienen en ellos. Incluso en agronomía son sumamente importantes pues el ganado no se alimenta de la pastura alrededor de sus excrementos, por lo que su disminución aumenta la superficie aprovechable por el ganado, sin mencionar que parásitos como la mosca de los cuernos se alimentan durante el estado larvario en los excrementos del ganado y, cuándo este es enterrado por los escarabajos del estiércol, la mayoría de las larvas o huevos mueren. El INIA incluso ha investigado la importancia y potencial que la especie nativa Frickius variolosus tiene para usarse por lo anteriormente dicho en el área agronómica. 

Poca gente sabe que Chile cuenta con varias especies de escarabajos del estiércol. Algunos de los más llamativos por su tamaño son el escarabajo pelotero Megathopa vilosa y el Homocopris torolosus, llamado comúnmente por algunos entomólogos profesionales y aficionados como caquero (fotos de Kawell Fillkun y Andrés Ramírez Cuadros respectivamente).

Por último es menester hablar acerca de uno de los detritívoros más importantes tanto en jardinería, agronomía y por el hecho de que es sumamente conocido: las lombrices de tierra. Pertenecientes al grupo de los anélidos, son animales que pasan la mayor parte de su vida bajo tierra excavando túneles por los que se desaplaza a la vez que se alimenta de desechos orgánicos de toda clase. Su importancia radica en que  sus excrementos, conocidos popularmente como humus, son un excelente fertilizante para las plantas lo que sumado a que sus túneles oxigenan el suelo, lo vuelven un gran aliado de los seres humanos. En el conocimiento popular, la presencia de lombrices de tierra en un jardín es signo de tierra fecunda e incluso la lombriz californiana (Eisenia fetida) es criada con este propósito en la llamada lombricultura.
Como pasa con los escarabajos estercoleros, Chile cuenta con diversas especies, adaptadas a la multiplicidad de ecosistemas de nuestro país, sin embargo resulta difícil para el común de la gente su identificación al ser todas de forma muy parecida, lo que no quita su importancia.

Resalta la importancia de los detritívoros en el ciclado y aprovechamiento de los nutrientes que, de otra forma, se acumularían en los ecosistemas. No solo son importantes en los ambientes naturales, son de vital importancia para el ser humanos tanto en ambientes urbanos como en la agricultura, y por ello darles la importancia a estos seres no solo es un beneficio para la naturaleza, si no para nosotros mismos.

En los bosques del mediterráneo los ácaros juegan un papel importante en el consumo de la hojarasca que es rica en compuestos secundarios, lo que la vuelve difícil de consumir para hongos y bacterias. En el bosque esclerófilo de la zona central de Chile, que es análogo a los del Mediterráneo, puede que ácaros como el de la foto jueguen el mismo papel (foto de Bernardo Segura).