Alta sobre la tierra te pusieron, dura, hermosa araucaria de los australes montes, torre de Chile, punta del territorio verde, pabellón del invierno, nave de la fragancia.
Ahora, sin embargo, no por bella te canto, sino por el racimo de tu especie por tu fruta cerrada, por tu piñón abierto.
Antaño, antaño fue cuando sobre los indios se abrió como una rosa de madera el colosal puñado de tu puño, y dejó sobre la mojada tierra los piñones: harina, pan silvestre del indomable Arauco.
Ved la guerra: armados los guerreros de Castilla y sus caballos de galvánicas crines y frente a ellos el grito de los desnudos héroes, voz del fuego, cuchillo de dura piedra parda, lanzas enloquecidas en el bosque, tambor tambor sagrado, y adentro de la selva el silencio, la muerte replegándose, la guerra.
Entonces, en el último bastión verde, dispersas por la fuga, las lanzas de la selva se reunieron bajo las araucarias espinosas.
La cruz, la espada, el hambre iban diezmando la familia salvaje. Terror, terror de un golpe de herraduras, latido de una hoja, viento, dolor y lluvia. De pronto se estremeció allá arriba la araucaria araucana, sus ilustres raíces, las espinas hirsutas del poderoso pabellón tuvieron un movimiento negro de batalla: rugió como una ola de leones todo el follaje de la selva dura y entonces cayó una marejada de piñones:
los anchos estuches se rompieron contra la tierra, contra la piedra defendida y desgranaron su fruta, el pan postrero de la patria.
Así la Araucanía recompuso sus lanzas de agua y oro, zozobraron los bosques bajo el silbido del valor resurrecto y avanzaron las cinturas violentas como rachas, las plumas incendiarias del Cacique:
piedra quemada y flecha voladora atajaron al invasor de hierro en el camino.
Araucaria, follaje de bronce con espinas, gracias te dio la ensangrentada estirpe, gracias te dio la tierra defendida, gracias, pan de valientes, alimento escondido en la mojada aurora de la patria:
corona verde, pura madre de los espacios, lámpara del frío territorio, hoy dame tu luz sombría, la imponente seguridad enarbolada sobre tus raíces y abandona en mi canto la herencia y el silbido del viento que te toca, del antiguo y huracanado viento de mi patria.
Deja caer en mi alma tus granadas para que las legiones se alimenten de tu especie en mi canto.
Árbol nutricio, entrégame la terrenal argolla que te amarra a la entraña lluviosa de la tierra,entrégame tu resistencia, el rostro y las raíces firmes contra la envidia, la invasión, la codicia, el desacato. Tus armas deja y vela sobre mi corazón, sobre los míos, sobre los hombros de los valerosos, porque a la misma luz de hojas y aurora, arenas y follajes, yo voy con las banderas al llamado profundo de mi pueblo! Araucaria araucana, aquí me tienes! A continuación un documental de la serie chilena Al Sur del Mundo, que trata sobre los habitantes de un poblado del sur que conservan las tradiciones de los antiguos pehuenches, pueblo mapuche que consumía el fruto del pehuén, el piñón: |
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