Chulengo (cría de Lama guanicoe) disfrutando la bonanzas del desierto florido (foto de Luis Vega).
En la primera parte de Los ciclos del agua dulce se habló de los cursos superficiales de este vital líquido, en esta segunda parte les hablaré de la fase menos obvia de este ciclo, aquella que tiene lugar en la atmósfera. Esta fase se inicia con la evaporación de las aguas del mar. Las altas presiones atmosféricas frenan este proceso y, por el contrario, las bajas presiones la facilitan. En Chile a medida que nos acercamos al Polo Sur la presión atmosférica disminuye, de modo que se facilita este fenómeno, lo que explica en parte que el sur sea más lluvioso.
El ascenso de estas masas de vapor de agua cerca de la costa influye de manera significativa en la vida que allí se desarrolla. La neblina costera, conocida en la zona central como vaguada costera y en el norte como camanchaca, es un aporte de humedad que durante las mañanas permite regar la vegetación en su zona de influencia.
En el Norte Chico este fenómeno adquiere suma importancia y permite formar los "oasis de niebla", en los que crece vegetación con requerimientos hídricos mas altos que lo usual en esta zona. Así es posible encontrar bosques en el Parque Nacional Fray Jorge. En las cimas de los cerros en este lugar es posible encontrar retazos de bosque con las mismas especies de la selva valdiviana que caracterizan la zona sur del país. Canelos (Drimys winteri), medallitas (Sarmienta scandens) e incluso copihues (Lapageria rosea) son posibles de encontrar en estos bosques rodeados de desierto. La explicación de la existencia de este oasis es asombrosa: durante la última glaciación la vegetación sureña se desplazó hacia el norte, al encontrarse aquí un clima mucho más húmedo que el actual. Con el fin de esa era y la consecuente desertización del territorio los bosques de este tipo retrocedieron hacia el sur, quedando solo en lugares como Fray Jorge, donde la camanchaca aporta la humedad suficiente y genera un microclima que permite su existencia.
Entre los árboles más importantes se encuentra el olivillo (Aextoxicon punctatum), el cuál con sus hojas revolutas y su intrincado ramaje capta gran parte de la neblina y la condensa en gotas de agua, permitiendo la hidratación del resto del bosque.
La captación de esta agua en forma de vapor no es exclusiva de los bosques de Fray Jorge y a sus afueras crecen arbustos como el vautro (Baccharis macraei) que por medio de los abundantes líquenes que crecen en sus ramas desempeñan la misma función que los árboles y permiten el establecimiento de árboles jóvenes, pudiendo así expandirse el bosque.
La captación de agua es tan importante que el agua infiltrada en la tierra permite el sustento de vegetación arbustiva a gran distancia del bosque de Fray Jorge.
Existen otros "oasis de niebla" como en Fray Jorge, destacando también Alto Patache, ubicado en la Región de Tarapacá, en donde las neblinas costeras permiten la subsistencia de especies herbáceas endémicas.
Otro ejemplo es el cerro Santa Inés, en la IV Región, en donde la camanchaca aporta el agua necesaria para el desarrollo de un importante bosque esclerófilo de más de 50 hectáreas que destaca, entre otras cosas, por ser el hogar de la población más septentrional de lúcumo chileno (Pouteria splendens), que se encuentra en Peligro de Extinción.
Vemos así que la misma vegetación genera para sí las condiciones idóneas para su subsistencia. Y esto no es un fenómeno menor: a medida que la vegetación se desarrolla en un lugar, las condiciones en ese lugar se vuelven favorables no solo para la vegetación presente si no también para nuevas especies.
En Chile no solo ocurre este fenómeno en el continente: en la Isla Mocha y en Juan Fernández ocurre lo mismo.
Isla Mocha se encuentra en la VIII Región. Cuenta con una fauna particular entre las que destacan subespecies endémicas de chucao (Scelorchilus rubecula mochae) y zorzal (Turdus falcklandii mochae), así como el degú de isla Mocha (Octodon pacificus) y el sapo de la Mocha (Eupsophus insularis), exclusivos de esta ínsula. Por sus bordes se desarrollan pastizales y bosquetes, aunque lo más destacable es la cordillera ubicada en su centro, cubierta de bosques de suma importancia pues la isla no tiene la altura suficiente como para almacenar nieve, como en la cordillera andina, que luego la nutra de agua. En vez de eso sus bosques captan el agua, sobre todo sus abundantes olivillos, de la misma manera que en el Parque Nacional Fray Jorge. Esto hace posible la existencia tanto del bosque como de esteros y lagunas . Esta humedad hace posible también la existencia del sapito de la Mocha.
El archipiélago Juan Fernández, cómo ya se mencionó, desarrolla el mismo fenómeno. Pero en este caso son otras las especies que crecen. Cabe destacar que el archipiélago se caracteriza por su elevado nivel de endemismos botánicos. La geografía de sus islas favorece la captación de las nubes: posee gran cantidad de montañas y acantilados por los que se encausan y con los que chocan las nubes. Dichas formaciones se encuentran en su mayoría cubiertas por bosques exuberantes que captan y condensan el agua atmosférica. Lamentablemente la isla cuenta con cabras ferales, especie introducida y que se ha adaptado a la isla. Este herbívoro voraz ha causado estragos en la vegetación, lo cuál ha resultado en la pérdida de bosques y su consecuente transformación a pastizales, los cuales tienen una capacidad mucho menor para captar el agua. Se entra así en un círculo vicioso donde el bosque se ve perjudicado también por la menor cantidad de agua disponible.
La captación de esta agua en forma de vapor no es exclusiva de los bosques de Fray Jorge y a sus afueras crecen arbustos como el vautro (Baccharis macraei) que por medio de los abundantes líquenes que crecen en sus ramas desempeñan la misma función que los árboles y permiten el establecimiento de árboles jóvenes, pudiendo así expandirse el bosque.
La captación de agua es tan importante que el agua infiltrada en la tierra permite el sustento de vegetación arbustiva a gran distancia del bosque de Fray Jorge.
Bosque de Fray Jorge (foto sacada de www.wikipedia.org).
Existen otros "oasis de niebla" como en Fray Jorge, destacando también Alto Patache, ubicado en la Región de Tarapacá, en donde las neblinas costeras permiten la subsistencia de especies herbáceas endémicas.
Otro ejemplo es el cerro Santa Inés, en la IV Región, en donde la camanchaca aporta el agua necesaria para el desarrollo de un importante bosque esclerófilo de más de 50 hectáreas que destaca, entre otras cosas, por ser el hogar de la población más septentrional de lúcumo chileno (Pouteria splendens), que se encuentra en Peligro de Extinción.
Vemos así que la misma vegetación genera para sí las condiciones idóneas para su subsistencia. Y esto no es un fenómeno menor: a medida que la vegetación se desarrolla en un lugar, las condiciones en ese lugar se vuelven favorables no solo para la vegetación presente si no también para nuevas especies.
Bosque relicto del Cerro Santa Inés (foto sacada de www.wikipedia.org)
En Chile no solo ocurre este fenómeno en el continente: en la Isla Mocha y en Juan Fernández ocurre lo mismo.
Isla Mocha se encuentra en la VIII Región. Cuenta con una fauna particular entre las que destacan subespecies endémicas de chucao (Scelorchilus rubecula mochae) y zorzal (Turdus falcklandii mochae), así como el degú de isla Mocha (Octodon pacificus) y el sapo de la Mocha (Eupsophus insularis), exclusivos de esta ínsula. Por sus bordes se desarrollan pastizales y bosquetes, aunque lo más destacable es la cordillera ubicada en su centro, cubierta de bosques de suma importancia pues la isla no tiene la altura suficiente como para almacenar nieve, como en la cordillera andina, que luego la nutra de agua. En vez de eso sus bosques captan el agua, sobre todo sus abundantes olivillos, de la misma manera que en el Parque Nacional Fray Jorge. Esto hace posible la existencia tanto del bosque como de esteros y lagunas . Esta humedad hace posible también la existencia del sapito de la Mocha.
El archipiélago Juan Fernández, cómo ya se mencionó, desarrolla el mismo fenómeno. Pero en este caso son otras las especies que crecen. Cabe destacar que el archipiélago se caracteriza por su elevado nivel de endemismos botánicos. La geografía de sus islas favorece la captación de las nubes: posee gran cantidad de montañas y acantilados por los que se encausan y con los que chocan las nubes. Dichas formaciones se encuentran en su mayoría cubiertas por bosques exuberantes que captan y condensan el agua atmosférica. Lamentablemente la isla cuenta con cabras ferales, especie introducida y que se ha adaptado a la isla. Este herbívoro voraz ha causado estragos en la vegetación, lo cuál ha resultado en la pérdida de bosques y su consecuente transformación a pastizales, los cuales tienen una capacidad mucho menor para captar el agua. Se entra así en un círculo vicioso donde el bosque se ve perjudicado también por la menor cantidad de agua disponible.
Foto de Patricio Novoa.
Pero las plantas no sólo aportan de esta manera en el ciclo hidrológico. Las lluvias se generan por la condensación de moléculas de agua que forman gotitas en el cielo, y que alcanzan un tamaño determinado, así caen creando la lluvia. La ciencia ha descubierto que esta aglomeración de moléculas de agua ocurre en torno a núcleos de condensación, que corresponden a partículas o moléculas en suspensión. Se ha descubierto también que algunas especies de árboles emiten a la atmósfera moléculas orgánicas que hacen las veces de núcleos de condensación. Cuándo las masas boscosas son muy importantes su influencia en las lluvias es mucho mayor. Notable es el caso también de las selvas tropicales, que evaporan tanta agua durante la actividad metabólica de los árboles, que generan nubes que nutren de agua a la misma selva. Es necesario realizar estudios en Chile que permitan determinar si es que existen especies nativas que emitan núcleos de condensación a la atmósfera.. El estudio de este fenómeno vendría a darle mayor importancia a nuestros bosques nativos.
Cómo se mencionó al principio, la presión atmosférica disminuye a medida que nos desplazamos hacia el sur. Las presiones en el Norte Chico, sumado a la fría corriente de Humboldt que se desplaza a lo largo de la costa chilena, dificultan las lluvias. En ciclos erráticos se desarrolla el fenómeno del Niño, en el cuál corrientes de aguas cálidas llegan a las costas chilenas y disminuye la presión atmosférica lo que genera un cambio no solo en la vida marina, si no también en la terrestre. Se favorece la formación de nubes de lluvia, trayendo el milagro del agua al desierto de Atacama. Gracias a estas lluvias de lleva a cabo unos de los eventos naturales más espectaculares de nuestro país: el desierto florido. Millones de semillas germinan y bulbos, tubérculos, rizomas brotan en una carrera desesperada por crecer, florecer y dar semilla antes que la humedad del suelo se acabe y se marchiten. Así mismo hay una explosión demográfica en las poblaciones de insectos, como las vaquitas del desierto, insectos emblemáticos del desierto florido. Es una época de bonanza para todos los escalones de la cadena trófica, posible solo gracias las lluvias que vienen con El Niño. A diferencia de otros desiertos, donde las lluvias hacen que la vegetación crezca unas pocas semanas, en Chile dura más de dos meses, mucho tiempo si se tiene en mente que ocurre en el desierto más árido del mundo. Ese es el poder mágico del agua.
"Desierto Florido", uno de los episodios de Atlas Vivo de Chile ¡Disfrutenlo!
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