El Huemul (Hippocamelus bisulcus), especie emblema de la conservación en Chile (foto de Bernardo Segura).
Nuestra especie lleva relativamente poco tiempo en este planeta, según muchos autores menos de un millón de años y, sin embargo, no existe especie que haya causado más impacto en los ecosistemas de la Tierra como nosotros. ¿Por qué? ¿Por qué actualmente se vive una crisis medioambiental tan grande? Muchos científicos concuerdan en que hemos entrado en una sexta extinción masiva. Otros incluso proponen considerarnos en una nueva era geológica: el Antropoceno. La determinación de las eras de la tierra se basan en el cambio en los estratos del suelo a medida que se ven los horizontes de este. Los científicos que proponen el concepto de Antropoceno se basan en la cantidad de plástico existente y que ya se está depositando en el suelo de modo que en el futuro los científicos verán estos estratos diferenciados del resto.
Extinción de especies, destrucción de hábitats, desastres naturales, todo producto de la intervención humana. El problema es tan grave y tan generalizado que ha surgido en la gente el pensamiento de que el ser humano no es parte de la naturaleza, o que es intrínseco de la condición humana destruirla o destruirse a sí mismo, pero, ¿es así realmente?
Durante miles de años, y aún en la actualidad, el ser humano se ha sentido parte de la naturaleza, personificada como la Gran Madre, la Madre Tierra o la Madre Naturaleza, de la cuál nuestra especie, así como cualquier otra de ser vivo o incluso los elementos geográficos somos a su vez hijos y cuerpo de esta Madre. Fue y es reverenciada de muchísimas maneras: pinturas rupestres, lugares considerados mágicos, animales y plantas sagrados, sacrificios rituales, etc.
María Sabina, chamán de la etnia mezateca, en México, mencionaba la falta de respeto de los jóvenes afuerinos al consumir los hongos "sagrados" por recreación (foto sacada de www.wikipedia.org)
Chile tiene mucho que contar acerca de la relación humano-entorno. Aquí hubo muchos pueblos y culturas. Las pruebas de ocupación humana más antiguas que se conocen en toda América, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, se encuentran en Monte Verde, en la Región de Los Lagos, y datan de hace 14.800 años. Durante ese período nuestra especie se relacionó de muchísimas maneras con la flora y fauna local: hubo cacería de animales ya extintos, veneración por árboles y animales, rogativas a los espíritus de la naturaleza, etc. Puede incluso que la totalidad de los paisajes naturales que vieron los españoles al llegar a Chile hayan sido producto de la interacción entre estos y sus primeros habitantes, considerando el tiempo que lleva nuestra especie en este territorio.
Pinturas rupestres en el Alto Loa. Esta clase de manifestaciones puede encontrarse en todo el territorio chileno, incluyendo Rapa Nui (Foto de Andrea Ugarte).
El pueblo mapuche, por ejemplo, considera al canelo (Drimys winteri) sagrado y es usado, junto con otras especies, en rituales de connotación espiritual. El pehuén o araucaria también es venerado al ser quien otorga de piñones, principal sustento de los pehuenches, nombre que traducido al español significa "gente del pehuén". Este pueblo considera que la naturaleza es sagrada y tiene muchos lugares: ríos, volcanes, montañas, bosques, etc, considerados como sagrados y parte importante no solo de su cosmovisión, si no también de sus prácticas rituales. Esto les ha traído muchos conflictos con el Estado de Chile y empresarios, al no darse instancias de diálogo y soluciones efectivas cuándo estos lugares se ven afectados por proyectos hidroeléctricos o en plantaciones forestales con fines comerciales.
En Tierra del Fuego el pueblo Selknam también consideraban sagrado muchos de los elementos del entorno. Ellos fueron los principales depredadores de la isla donde vivieron. Su pieza de caza más importante era el guanaco y, en ausencia de pumas, eran su único depredador, pues el zorro de Tierra del Fuego solo se come a los chulengos. Hoy en día solo quedan descendientes de este pueblo que no viven a la manera de sus ancestros. Los selknam originales vivían en tribus seminómadas aprovechando los recursos de su isla. Ellos controlaban las poblaciones de guanacos y, en ausencia de ellos, actualmente existe una sobrepoblación de estos animales en la isla, lo que ha dañado la regeneración natural de los bosques de lenga.
En Rapa Nui los nativos sienten un férreo amor por su tierra ancestral e incluso aprendieron a cultivar en esas tierras secas y donde el viento se lleva la humedad, imitando a la naturaleza: al observar que en los cráteres de los volcanes extintos de la isla se conservaba mejor la humedad y crecía mas vegetación, aprendieron a rodear sus cultivos con muros de roca para reproducir el mismo fenómeno a menor escala. Dichos cultivos se denominan Manavai.
Conocían incluso las cuevas en dónde era posible escuchar primero la llegada de los manu tara, aves que migraban a la isla para reproducirse y que estaban ligadas al rito del Tangata Manu, en el cuál los rapa nui competían por obtener el primer huevo de esta golondrina de mar.
Así, la relación entre la gente y su entorno fue de un conocimiento acabado de este, aprovechando dicho conocimiento tanto para su uso como para su protección, otorgándole también un valor espiritual y sagrado.
Mucho se puede hablar de estas sociedades que vivieron y siguen viviendo en armonía con la naturaleza. Armonía relativa, sin embargo, pues son muchos los ejemplos en los que la llegada de nuestra especie a nuevas tierras significó la extinción de animales y la consecuente modificación de los ecosistemas. Solo en África y algunas partes de Asia los ecosistemas parecen estar "completos". Allí no se extinguió la megafauna, que son los grandes animales como elefantes, jirafas o rinocerontes. En África podemos entenderlo por una sencilla razón: allí evolucionó nuestra especie, de allí provenimos todos, y la fauna coevolucionó con nosotros, codo a codo y a medida que nos volvíamos mejores cazadores, los elefantes y otros grandes animales se volvían mejores defendiéndose de nosotros o huyendo.
En el Amazonas se cuentan leyendas de criaturas enormes y de fétido hedor que algunos científicos creen que se trata de perezosos gigantes, ya extintos. Estos fueron animales nativos de Sudamérica y que convivieron miles de años con los primeros pobladores humanos hasta su extinción. Se piensa que, producto de la coexistencia con estas megabestias, surgió la leyenda del Mapinguarí, una bestia de gran tamaño y fétido hedor. Idea interesante que la escritora nacional Isabel Allende desarrolla en su libro "La ciudad de las bestias", en donde los protagonistas se dirigen al Amazonas a dilucidar el misterio de la "bestia", que resultan ser perezosos gigantes.
De manera similar, en las leyendas de los pueblos aborígenes de Australia se describen la "huida" de las grandes presas hacia el sur de la Isla producto de la caza de la que eran objeto. Dichos animales eran la extinta megafauna y recientemente los científicos han indagado en la historia natural australiana y han visto que, efectivamente, las megabestias tuvieron sus últimos reductos en el sur de la isla.
Con la llegada de los maoríes a Nueva Zelanda vino la extinción de los moas, enormes aves de apariencia similar al avestrúz y que no reconocían en los seres humanos un predador. Su extinción trajo consigo la desaparición de la enorme aguila de Haast (Harpagornis moorei), que se vio privada de su principal fuente de alimento, si bien seguramente pudo haber comido también seres humanos. Incluso una de las deidades maoríes, Pouakai, se cree que fue inspirada en la extinta rapaz.
Sin ir más lejos, en Isla de Pascua los registros palinológicos, es decir de polen, encontrados en los humedales de la isla han señalado que en el pasado Rapa Nui contaba con enormes extensiones boscosas con especies hoy desaparecidas. Aunque no se sabe a ciencia cierta qué provocó la transformación de la isla de una abundante selva subtropical a una estepa, se piensa que los primeros habitantes de esta influyeron en ello: pudieron haber talado los árboles para la elaboración de diversas tecnologías, incluyendo aquellas relacionadas con las construcción y transporte de los gigantescos moais, se han encontrado restos de aves extintas con signos de haber sido consumidos por seres humanos: loros, una especie de búho y una garza. Los primeros rapa nui trajeron consigo ratas polinésicas (Rattus exulans) que contribuyeron a diezmar las colonias de aves marinas y a devorar las semillas de los árboles, incluyendo la extinta palma de pascua (Paschalococos disperta).
En distintas eras y lugares del mundo algunas culturas empezaron a distanciarse de estas formas de espiritualidad animistas y, paulatinamente el ser humano empezó a tomar un papel cada vez más importante en el orden universal. Muchos casos, si no es que todos, en los que se vio el auge de grandes civilizaciones antiguas, se colocó al ser humano en un papel así. En América con incas, mayas y aztecas, en Europa con griegos y romanos, en Asia con Mesopotamia, por nombrar algunos ejemplos. En todos ellos el ser humano tuvo una origen distinto al de las demás criaturas y elementos de la naturaleza. Incluso en algunas de estas tradiciones, los dioses se esmeran intentando crear a la raza humana y, en intentos fallidos, crean otros elementos naturales. Tal es el caso del origen de los hombres según la tradición Maya, en la que se explica que los primates son descendientes de uno de los fallidos intentos de los dioses por crear seres humanos que les adorasen.
Así y todo, la naturaleza siguió teniendo suma importancia y algunos dioses o espíritus protectores se ven encarnados en animales o plantas, lo cuál le otorgaba a estas especies tratos especiales como el que no fuesen cazados como alimento o que se los criara o cultivara. Tenemos entonces que el jaguar fue una figura importantísima en las culturas mesoamericanas y recibía consecuentemente un trato respetuoso.
Los romanos respetaron los robles (Quercus robur), árbol sagrado en muchas culturas europeas precristianas. Los romanos consideraban que Júpiter, una de sus deidades más importantes, residía en el roble.
Aún así, y a medida que dichas civilizaciones progresaban tecnológicamente y aumentaban sus afánes expansionistas, la naturaleza prístina experimentaba un retroceso frente a la extracción de recursos por parte de estas culturas: los romanos, en constantes batallas llegaron a dominar el uso del metal, el cuál se lograba fundiendo minerales y para ello requerían madera...muchísima madera. Además este imperio destruyó muchos bosques como método de sometimiento a pueblos rebeldes como los celtas y vascos, cuyos templos eran los bosques mismos, además de su fuente de alimento. Entonces, la destrucción del hábitat de estos pueblos trajo un impacto moral al blasfemar en sus deidades, sin mencionar que se los privó de alimento.
Así y todo, la naturaleza siguió teniendo suma importancia y algunos dioses o espíritus protectores se ven encarnados en animales o plantas, lo cuál le otorgaba a estas especies tratos especiales como el que no fuesen cazados como alimento o que se los criara o cultivara. Tenemos entonces que el jaguar fue una figura importantísima en las culturas mesoamericanas y recibía consecuentemente un trato respetuoso.
Los romanos respetaron los robles (Quercus robur), árbol sagrado en muchas culturas europeas precristianas. Los romanos consideraban que Júpiter, una de sus deidades más importantes, residía en el roble.
Aún así, y a medida que dichas civilizaciones progresaban tecnológicamente y aumentaban sus afánes expansionistas, la naturaleza prístina experimentaba un retroceso frente a la extracción de recursos por parte de estas culturas: los romanos, en constantes batallas llegaron a dominar el uso del metal, el cuál se lograba fundiendo minerales y para ello requerían madera...muchísima madera. Además este imperio destruyó muchos bosques como método de sometimiento a pueblos rebeldes como los celtas y vascos, cuyos templos eran los bosques mismos, además de su fuente de alimento. Entonces, la destrucción del hábitat de estos pueblos trajo un impacto moral al blasfemar en sus deidades, sin mencionar que se los privó de alimento.
Lo que diré a continuación es una opinión y simplifica la historia, pero considero importante mencionarlo: el Imperio Romano tuvo tanto éxito y se expandió tanto que corrió el riesgo de desmoronarse al no tenerse un control sobre toda su extensión, volviendo relativamente fácil las revueltas y rebeliones. Como forma de cohesionar al imperio, se adoptó el catolicismo como religión oficial y, así, se ayudó a expandir dicha religión, la cuál tiene como característica que el ser humano se encuentra debajo de Dios pero por sobre todo el resto de la creación. Además, originalmente en el cristianismo quienes no compartieran dicha fe estarían condenados a la privación de la vida eterna en el Paraíso. Pésima combinación: afanes expansionistas y religión excluyente.
Herederos de este modelo, la llamada civilización occidentalizada ha pasado por sobre la naturaleza y los pueblos que viven de forma armoniosa con ella y que no han querido ser asimilados por la cultura dominante. Esto pasó en las Américas, luego de la llegada de europeos de diferentes países: España, Inglaterra, Portugal, etc. Y hoy en día las amenazas persisten.
Chile tiene políticas económicas enfocadas principalmente al área extractiva de los recursos naturales lo que ha causado una disminución paulatina a veces, acelerada otras en la biodiversidad y recursos hídricos, sin mencionar una merma en los servicios ecosistémicos, que son aquellos servicios como la purificación de las aguas, captación de CO2 o regulación de temperatura, que realizan los ecosistema de manera gratuita.
Antiguamente los bosques cubrían el territorio nacional desde la IV Región hacia el sur pero gran parte se talaron para habilitar espacios que pudieran usarse en agricultura. En muchos sectores se desarrolló fuertemente el cultivo de trigo, el cuál fue intensivo y terminó por agotar los suelos. Estas malas prácticas en la agricultura no solo agotaron los suelos si no que causaron su erosión y desertificación. El llamado secano costero es producto de esto.
Los bosques fueron destruidos también para abastecer de leña a las crecientes poblaciones. En la zona sur la recuperación de los bosques es relativamente fácil: debido la actividad tectónica y el vulcanismo los bosques sureños son hijos del rigor y pueden volver a crecer gracias a especies pioneras como los robles (Nothofagus oblicua) o coihües (N. dombeyi), claro que deberán pasar siglos o incluso milenios para que alcancen la complejidad que tenían originalmente y, si no se eliminan los factores que causaron su destrucción en un inicio, solo se podría esperar la desaparición de algunas de sus especies como el emblemático alerce (Fitzroya cupressoides) que vive miles de años y crece sumamente lento.
El alerce es un árbol de muy lento crecimiento y extremadamente longevo. Actualmente se considera Monumento Natural y la corta de ejemplares vivos está estrictamente prohibida, lo que no disuade a algunos de cometer ilícitos por lo noble de su madera (foto de Patricio Novoa).
En la zona central los bosques que se desarrollan están adaptados al clima mediterráneo y poseen una notable capacidad para rebrotar desde los tocones cuándo han sido cortados o después de un incendio. Eso explicaría en parte por qué la mayoría de los bosques esclerófilos poseen árboles con varios troncos que brotan desde una misma base: fueron cortados y quemados por la ocupación humana. Sin embargo, cuándo las talas o los incendios son muy frecuentes, los bosques terminan por destruirse, sustituidos paulatinamente por espinales donde el único árbol que medra exitosamente es el espino (Acacia caven), especie colonizadora de terrenos degradados que puede formar espinales. Dichos bosques espinosos con tiempo suficiente pueden volver a convertirse en bosques más desarrollados pero la extracción de espinos para la elaboración de carbón o el sobrepastoreo los mantienen permanentemente en condición de espinal.
Espinal (foto de Juan Pablo Salgado).
El Estado de Chile frente al problema de la erosión decidió fomentar la plantación de especies como el pino insigne o radiata (Pinus radiata) y el eucalipto (Eucalyptus globulus) y de esa manera se reforestaron enormes extensiones de territorio erosionado a la par del desarrollo de una industria asociada a estos monocultivos. Si bien se recuperaron suelos, se perdió la biodiversidad que antaño ocupó los bosques nativos y que no es capaz de adaptarse a habitar o crecer dentro de las plantaciones comerciales. Las pocas especies vegetales que lo hacen suelen ser consideradas malezas que entorpecen el crecimiento de los árboles y se busca erradicarlas de las plantaciones. La culpa de esto no es de los pinos o los eucaliptos, si no de la mala gestión que ha tenido el país en esto. Y eso nos compete a todos los chilenos. No solo se han ocupado tierras agotadas por las malas prácticas agrícolas, también hubo sustitución de bosque nativo, hecho que aún ocurre de forma clandestina. Mucha gente piensa también que las plantaciones comerciales, por su enorme extensión y requerimientos hídricos, son responsables o al menos contribuyen a la sequía y disminución de causes de agua.
Las plantaciones comerciales han generado conflictos en la zona sur del país con comunidades indígenas. Tema complejo y con tanta historia como aristas a considerar. Como mencioné atrás, el pueblo mapuche, como todos los indígenas, siente respeto y reverencia por la naturalza y tradicionalmente extrajo directamente de ella tanto sus alimentos como sus medicinas pero, frente a la disminución de los bosques, ya no es capaz de sustentarse de la manera ancestral, sin mencionar la ocupación de su territorio.
Considero menester dejar el siguiente link, en el que se nos llama a una reflexión de manera más holística al respecto:
El carpintero negro (Campephilus magellanicus) es un ave especialista que vive en bosques nativos con árboles de gran tamaño y no ha podido adaptarse a las plantaciones forestales que han sustituido su hábitat original (foto de Bernardo Segura).
La sequía es un fenómeno climático que ha afectado a nuestro país desde hace muchos años. Algunos lo asocian puramente al cambio climático global, pero no podemos olvidar que hemos alterado tanto nuestro entorno que las malas prácticas se ven involucradas en la escasez de agua que se está viviendo. En el norte los bofedales disminuyen sus causes por el uso de agua en minería, en la zona central llega el desierto y en el sur se están necesitando camiones aljibe para abastecer de agua a algunas comunidades.
En fin, son muchos y variados los problemas ambientales que vive actualmente este país.
Frente a los continuos desastres ecológicos llegamos al punto en que muchas personas empiezan a sufrir los efectos del modelo de vida en que estamos insertos: se busca la desconexión del entorno natural y la vez se tiene conciencia de la destrucción del entorno a raíz de esta desconexión, y se concluye erradamente que el ser humano no es parte de la naturaleza, o de que es una aberración de esta. Y esto tiene un profundo efecto en la gente: algunos pueden llegar a pensar que es natural y correcto seguir con la destrucción de la naturaleza, o peor, ser tan pesimista al respecto que pueden preferir no hacer nada frente a esta crisis.
El animador Steve Cutts subió a su canal de youtube en 2012 un corto de animación llamado "MAN" que les dejo a continuación. Por favor véanlo antes de seguir leyendo.
No dudo de que este corto haya tenido la noble intensión de denunciar una realidad que se está viviendo actualmente, sin embargo estoy en pleno desacuerdo en como expone dicha realidad. Coloca al ser humano como un ente totalmente indiferente con el uso que hace de la naturaleza desde su aparición. Vemos como, uno tras otro, los seres vivos que se topan con el ser humano sufren un destino horrible hasta que llega un punto en que la naturaleza ha sido aniquilada. ¿Por qué no estoy de acuerdo con lo que se muestra en este corto? Porque obvia cientos de miles de años de relación armoniosa o por lo menos respetuosa con la naturaleza, a la cuál incluso se le llamó y sigue llamando Madre. A menos que no consideremos a los pueblos indígenas seres humanos, esta realidad histórica no puede ser negada asumiendo que el ser humano vino a este mundo a destruir a la naturaleza.
Las referencias culturales al respecto de esta crísis medioambiental empezaron hace muchos años. La serie estadounidense Dinosaurios trata en su último capitulo la extinción de estos grandes reptiles. Bob, el padre de familia, luego de una serie de malas decisiones que ha tomado en su empresa ha generado un desastre medioambiental en toda Pangea y al hablar con su jefe, representando el sector empresarial al cuál le importa un comino el medio ambiente y solo quiere engordar su arcas, se genera el siguiente diálogo:
Jefe: No empieces como esos agoreros ecologistas, Sinclair. ¡Uy, uy la lluvia ácida! ¡El agujero en la capa de Ozono! ¡Vais a acabar con Flipper! ¡Bah! Afeminados arborícolas. Siempre frenando la marcha del progreso ¡Debemos pasar por encima de ellos!
Bob: Veo que no lo comprende señor: ¡el mundo está llegando a su fin!
Jefe: Eso pertenece al cuarto trimestre. Ya bombardearemos ese puente cuándo lleguemos a él. Ahora mi única preocupación es pensar cómo me voy a gastar todo este dinero.
Más tarde Bob le comunica a toda su familia una importante reflexión acerca del citadino y la naturaleza, en vista a su extinción inminente.
Confié ciegamente en el progreso y la tecnología sin sentir respeto por la naturaleza. Claro: es fácil abusar de la naturaleza, como siempre ha estado ahí, y la tecnología es tan deslumbrante y nueva (...) Pues verás pequeñajo [a su hijo menor], lo que ha pasado es que pusieron a papi al frente del mundo, y él no ha sabido cuidarlo bien. Tengo la impresión de que no te va a quedar ningún mundo en el que vivir, ni a tu hermano ni a tu hermana (...) No tenemos a donde mudarnos. Solo tenemos este mundo.
Como producto de la evolución no podemos definirnos como especie aparte de la naturaleza. Somos parte de ella como ella parte de nosotros. Lo que pasa es que nuestra forma de relacionarnos con ella ha cambiado.
¿Cómo volvemos a cambiar esta relación? ¿Que podemos hacer como individuos frente a esta crisis global? Muchísimo.
Notable es el cuento de Jean Giono: El hombre que plantaba árboles, en donde el incansable Eleazar Bouffier dedica su vida, desde que enviudece, a sembrar, plantar y cultivar árboles con los cuales reverdece los páramos desolados en los que se desarrolla la historia, trayendo la felicidad a esas tierras de las maneras más inesperadas.
Quizá la célebre historia de Jean Giono haya sido ficticia, pero a veces la realidad es mejor que la ficción y, fuera de Chile, existen dos ejemplos de hombres notables que han logrado ser reales agentes de cambio. Ambos partieron solos, ambos fueron vistos en menos por su iniciativa, ambos lograron generar un cambio en su entorno y, con ello, un cambio de mentalidad en la gente de sus comunidades. Estos hombres son Jadav Payeng y Yacouba Sawadogo.
Jadav es un agricultor de la etnia Mishing, en India. Su pueblo se encuentra al borde del río Brahmaputra. Producto de la deforestación, el río no se encuentra estabilizado ya que no existen bordes arbolados que anquilosen la tierra y sedimentos, y producto de esto las islas de arena entre los brazos del río se erosionan y son destruidas durante el monzón, incluyendo la isla Majuli, donde se encuentra el pueblo de Payeng. En vista de tal situación, en 1979 Jadav solicitó a la gobernación local árboles para reforestar la isla y así frenar su destrucción. Le facilitaron bambú el cuál plantó, pero además comenzó a plantar árboles de diferentes especies. Después de 37 años el resultado es impresionante: un bosque de 550 hectáreas en el cuál se ha registrado la presencia de elefantes, tigres y rinocerontes, especies emblemáticas y en peligro de extinción. Por su labor ha recibido variados galardones y ha propuesto diferentes medidas de reforestación que involucran un desarrollo económico para las comunidades que gestionen los bosques.
Yacouba Sawadowo vive en el pueblo de Gourga, Burkina Faso, África, en el Sahel, en una zona de transición entre el desierto del Sahara y las savanas de más al sur. Este hábitat es muy proclive a la desertificación y producto de una mala gestión territorial esta condición se ha ido agravando desde hace 50 años, lo que ha generado grandes hambrunas. Hace 40 años Sawadogo logró lo imposible: frenar el desierto. Implementando diferentes técnicas como la recolección de aguas lluvias en agujeros en la tierra dura, llenándolos con tierra y desechos orgánicos. Esto atrajo termitas que a su vez excavaban pequeños túneles bajo tierra, los cuáles se llenan de agua con las lluvias, de modo que se infiltra una mayor cantidad que si solo fuese tierra dura. También construyó muros bajos que ralentizaban la pérdida de agua en sus campos, además de sembrar no solo granos, también árboles. Fue ridiculizado en su pueblo, diciéndole incluso que amenazaba con las tradiciones, pero a Yacouba no le importó y siguió su labor. En cuatro décadas los árboles que plantó se convirtieron en bosques, lo que desencadenó una retroalimentación positiva: el bosque creó un microclima que mantiene la humedad, a la vez que atrae mayor biodiversidad, incluyendo aves que diseminan semillas con sus excrementos de modo que han llegado nuevas especies de plantas. Originalmente ridiculizado, hoy es un héroe en su pueblo y sus técnicas se han enseñado en los países que quedan dentro del Sahel.
Volviendo a Chile, vemos que se han desarrollado diversas estrategias para alcanzar este desarrollo sustentable que englobe las áreas social, económica y demedio ambiente. Uno de los ejemplos más notables son los recolectores de agua de la camanchaca, que es la neblina que asciende desde la costa hacia los cerros cercanos en la IV Región y que es interceptada por mallas en donde se condensa y forma gotas de agua que caen hacia canaletas que la recolectan y transportan. Esta idea surgió de la observación de la misma naturaleza, al ver que los bosques de dichos cerros se sustentaban con el agua condensada de la camanchaca en la copa de los árboles.
Cada vez más gente en Chile toma conciencia del problema y decida tomar cartas en el asunto. Así nacen diversas agrupaciones de gente común que buscan dar a conocer nuestro patrimonio natural y ponerlo al alcance de la gente. Notable es el concepto de "ciencia ciudadana" en el cuál la gente puede aportar en estudios diversos con fotografías y testimonios, facilitando la investigación y generando instancias de integración participativa de la ciudadanía con los estudios de nuestro propio país. Otro caso es el de Molukia, agrupación que surge a raíz del estudio de las baratas nativas del Género Moluchia, así como la protección de su hábitat: el matorral costero.
Microdocumental de Molukia.
El empoderamiento de la ciudadanía con su propio territorio es fundamental para el desarrollo armónico al que se aspira: cuándo la gente siente afecto y arraigo por su tierra la defenderá al mismo tiempo que querrá contribuir a su estudio, generando instancias en que los miembros de una misma localidad se conozcan y organicen mejorando con ello su calidad de vida.
Bajo esta idea la recuperación de terrenos para la creación de huertos urbanos viene a ser una excelente instancia de inclusión social. Tal es la labor que se efectúa en el huerto La Berenjena, en Santiago, en donde se recuperó un terreno usado como basural para construir un huerto donde se hacen talleres con los vecinos, trayendo de vuelta la vegetación y los espacios en que los vecinos pueden conocerse.
"(...) El territorio es una extensión de nuestro cuerpo. Es un espacio en donde nos influye en nuestra tomas de decisiones, nos influye en nuestro comportamiento. Bueno, básicamente lo consideramos como nuestro contexto psicosocial en donde ocurre toda nuestra vida. Lo concebimos también como espacio de lucha, también. Espacio en donde existen relaciones sociales, en donde existe mucha vida y donde todo está conformado producto también de esas relaciones, tanto con el territorio como entre las personas. Me he dado cuenta que existe una multiplicidad de formas de relacionarse con el territorio que tiene un correlato con la forma en que la gente se relaciona con los otros. Yo siento que los espacios reflejan la humanidad y el territorio refleja también cómo somos nosotros como sociedad." - Camila Morales, una de las personas a cargo del huerto La Berenjena.
De cara hacia un futuro que aspiramos mejor, debemos recuperar los saberes ancestrales que nos hablan de la relación con la naturaleza, a la vez que seguimos observando y aprendiendo de esta, implementando nuevas tecnologías y nuevas formas de relacionarnos con nuestro espacio.
Un ejemplo destacable es Londres, que se encuentra en campaña para convertirse en la primera ciudad-parque nacional del mundo. Una iniciativa que traerá consigo una mejora en sus áreas verdes. Recordemos que en Londres es posible incluso ver manadas de ciervo rojo (Cervus elaphus) en sus bien gestionados parques urbanos. Daniel Raven-Ellison, impulsor del proyecto declaró: "El desafío es comunicar a la gente la idea que una ciudad, un espacio urbano, puede ser también un parque nacional".
En Londres no están buscando escapar de la ciudad para ir al bosque, están mejorando ellos mismos en infraestructura para traer devuelta el bosque a la gran ciudad. ¿Es posible que Chile, con sus grandes ciudades, campos agrícolas extensivos, gran desarrollo en minería, sea compatible con la Madre Naturaleza? Sí, pero depende de nosotros, si escuchamos solo a las autoridades que siempre nos dicen No, o incluso a los iguales de actitud pesimista, entonces estamos perdidos. Chile cuenta con una flora y fauna únicos, con muchas especies endémicas, nuestros ecosistemas son un Hotspot de Biodiversidad a nivel mundial. Eso quiere decir que contamos con una gran cantidad de especies endémicas que, además, se encuentran amenazadas por la acción humana.
Santiago posee un parque urbano donde es posible avistar águilas, zorros e incluso quiques. Es el Parque Metropolitano que con sus 737 hectáreas supera incluso al Central Park de New York, de 341 hectáreas. Es el segundo parque urbano más grande de Latinoamérica y es nuestro deber como ciudadanos pensar a lo grande y replicar las buenas ideas del extranjero y, más importante aún, desarrollar y valorar las propias ideas que nacen de la relación con nuestro propio entorno.
La llegada de una especie, sobre todo si esa especie es adaptable y generalista como la nuestra, siempre conlleva un cambio en el ecosistema. La naturaleza no se encuentra en equilibrio: eso es solo una ilusión, si todo fuera estático no habría evolución de la especies ni cambios en la geografía y hábitats. Lo que pasa es que los cambios se dan a niveles lentos que no suelen ser percibidos a escala humana y actualmente el ser humano, con su avance tecnológico y ritmo de vida acelerado, induce cambios de manera frenética, lo que no le da tiempo a los ecosistemas de acomodarse.
En el pasado los pueblos observaron la naturaleza y descrubrieron los sistemas que la conforman. Imitándolos, pudieron lograr su subsistencia de manera armoniosa. Es tiempo, desde hace ya mucho, que volvamos a la observación de la naturaleza y, así, entendiendo su funcionamiento, creemos un mundo que nos permita la coexistencia con esta Gran Madre.
En el pasado los pueblos observaron la naturaleza y descrubrieron los sistemas que la conforman. Imitándolos, pudieron lograr su subsistencia de manera armoniosa. Es tiempo, desde hace ya mucho, que volvamos a la observación de la naturaleza y, así, entendiendo su funcionamiento, creemos un mundo que nos permita la coexistencia con esta Gran Madre.